FORO INTERNACIONAL: COMUNICACIÓN Y CIUDADANÍA

Conferencia: Comuniación, Sociedad Civil y Redes Sociales
Intervención de Mónica Muñoz, representante de UNIFEM

Los Derechos Humanos de las Mujeres y los Medios de Comunicación

La igualdad de derechos entre hombres y mujeres es el tema principal del Movimiento Feminista en esta década de fines de siglo y de milenio. Han transcurrido 150 años desde que en la conferencia de Seneca Falls se reclamó la igualdad entre hombre y mujeres y todavía, en los albores del siglo 21, las mujeres estamos luchando para que ese derecho se cumpla, de la misma forma que las sufragista lo hicieron en el siglo XIX.

Justamente, respondiendo a las demandas de los movimientos de mujeres de todo el mundo, en los organismos de alto nivel de la ONU y en las conferencias mundiales se han adoptado acuerdos que comprometen a las instituciones internacionales y a los gobiernos, a dar los pasos para asegurar el respeto de los derechos humanos de las mujeres, que es el tema de mi intervención de hoy.

@STIT = Los Derechos Humanos: Una Ética Universal

Los derechos humanos, ese conjunto de pautas éticas transformadas en normas jurídicas, surgen de la necesidad que hombres y mujeres tenemos, de contar con la condiciones esenciales para una vida digna, han sido el producto de un largo proceso de construcción y cambio, que ha durado dos siglos y que ha concluido con la declaración universal de los derechos humanos, adoptada por las Naciones Unidas en 1948, al final de la segunda guerra mundial. Allí se expresa una ética universal basada en dos principios: el de igualdad y el de libertad. El artículo 2 establece que "toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición".

Durante la segunda mitad del siglo XX, aquellos movimientos sociales que persiguen ampliar la participación ciudadana, incluir a las minorías discriminadas en las decisiones políticas y conseguir la igualdad ante la ley, han basado sus acciones en los principios proclamados en la declaración de 1948.

También en estos 50 años se ha ido configurando un sistema complejo de protección y promoción de los derechos humanos, lo cual ha permitido que los organismos internacionales pongan en evidencia la constante violación de los derechos humanos de las mujeres. Y esta negligencia ocurre porque en la declaración misma subyace un dilema central, cual es la tensión entre su carácter general y la diversidad cultural en la cual se practican o no se practican los derechos humanos, un pluralismo que se expresa a través de diferencias de género, de clases y étnicas entre las más notables.

Voy a abordar esta compleja e inacabada discusión sobre la tensión que existe entre la universalidad que rige a la postulación de los derechos humanos y el pluralismo cultural que caracteriza a las sociedades, desde uno de sus múltiples ángulos. Me voy a referir a los conceptos de igualdad y de diferencia mirados desde la perspectiva de los derechos humanos de las mujeres. Pero antes quiero detenerme unos minutos en un término que es clave en mi intervención: el concepto de género.

El Género, una Construcción Social

El término género se refiere a las formas en que los roles y comportamiento de hombres y mujeres son construidos en cada cultura y a lo largo de la historia; se refiere a las relaciones sociales que los unos entablan con las otras. El término género no es sinónimo de sexo, puesto que mientras el primero es el resultado de conflictos y acuerdos sociales que pueden cambiar, el segundo está fijado por la biología.

Las diferencias culturales han ido configurando de muchas maneras estas relaciones de género. De ahí que la valoración que las sociedades asignan a estos roles y a la relación entre mujeres y hombres pueden variar considerablemente tanto espacial como temporalmente. Sin embargo, en todas las sociedades hasta ahora estudiadas un género ha subordinado al otro, lo cual ha provocado la discriminación de las mujeres impidiéndoles el goce pleno de sus derechos humanos.

Esta discriminación, denominada inequidad de género, no sólo se refleja en las relaciones individuales sino que permea todas las instituciones.

La Igualdad y la Diferencia

Cuando en la declaración de 1948 se establece la igualdad, en lo que se está pensando es en la igualdad de derechos entre los hombres. La prueba de esto, dice Alda Facio, es que no se tradujeran en derechos muchas de las necesidades de las mujeres; no se reconocen, por ejemplo, sus derechos sexuales y reproductivos, a pesar de que la definición de los roles de las mujeres en nuestras sociedades se basa, sobre todo, en la maternidad, esto es en la capacidad que tenemos las mujeres de dar vida, de reproducir la especie humana.

Aunque en la declaración de derechos humanos las mujeres estén comprendidas en los principios de igualdad y no discriminación, la sobre-generalización que caracteriza a esta carta reproduce las posiciones desiguales asignadas a hombres y mujeres en las sociedades, y se nutre de la exclusión de las mujeres como sujetos sociales, económicos y políticos, sostiene Tamayo.

Si pensamos, ya no en el respeto de los derechos humanos sino en su violación, podemos constatar que tal sobre-generalización encubre el hecho de que cada persona es afectada de distinta manera, y que estas diferencias, en la gran mayoría de los casos, están mediadas por el género o por la clase social, la raza, la orientación sexual o la nacionalidad.

Veamos la diferencia desde una perspectiva de género. En la revista economist del 22 de agosto pasado apareció la siguiente noticia sobre la violencia en Yakarta: "Lo que más ha intimidado a los chinos es la extrema brutalidad de los disturbios de mayo. Bandas de hombres recorrieron los barrios chinos en Yakarta destruyendo y quemando todo. Invadieron casas y departamentos y violaron a más de 150 mujeres y niñas, según informan los defensores de los derechos humanos".

Pero no necesitamos cruzar el océano en busca de ejemplos que ilustren las diferencias que asumen las violaciones según se trate de hombres o de mujeres. Durante la dictadura en Chile, las mujeres que se oponían al régimen de Pinochet, además de ser golpeadas, encarceladas o desaparecidas, trato que también recibieron los hombres, fueron violadas y sus cuerpos fueron objeto de múltiples humillaciones.

Sin embargo, cuando las mujeres sufren atropellos sexuales, tales como el abuso y la violación, rara vez son protegidas por el Estado. La noticia que antes leí sobre Yakarta continúa diciendo que el gobierno del presidente Habibie parece ahora reconocer el peligro -se refiere al peligro económico- de relegar a los chinos. Después de negar que hubiera habido violaciones masivas, ahora ha pedido que se las investigue.

Estos ejemplos sirven para ilustrar que la violación de los derechos de las mujeres no es practicada solamente por hombres "marginales" sino también por el Estado, ya sea por omisión o deliberadamente.

Es a partir de los años setenta, con el resurgimiento del movimiento feminista, cuando se amplía el debate teórico y político sobre la condición jurídica y social de las mujeres, y sobre su participación en los procesos de desarrollo. La redefinición de ciertos conceptos, producto de este debate, ha influido también en el discurso de los derechos humanos, a tal punto que se ha logrado incorporar las demandas de las mujeres en la nueva concepción.

En este cambio ha jugado un rol central el concepto de diferencia. Lo que las feministas argumentan es que el paradigma en el que se basa el derecho a las igualdad proclamado en la declaración del 48, toma como punto de referencia únicamente a los hombres (además, blancos, occidentales y cristianos). Si bien esto implícitamente presupone que las mujeres y los hombres pueden tener distintas necesidades, no justifica de ninguna manera que se identifique las necesidades de ellos con las necesidades de los seres humanos, es decir que se las asuma como necesidades universales, mientras que las de ellas sean consideradas necesidades particulares, específicas de un género (Alda Facio, 1995).

Así, los conceptos de igualdad, diferencia, equidad y discriminación conforman el núcleo del análisis de género, ya sea en las ciencias sociales, en los programas de gobierno, en las Naciones Unidas o en nuestra vida cotidiana.

Uno de los grandes adelantos en relación de los derechos humanos de las mujeres es la convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres -CEDAW- establecida en 1979. La CEDAW se propuso ser un instrumento internacional de defensa de los derechos de las mujeres y un marco de trabajo para su participación en el proceso de desarrollo, a través del cual se definan los principios internacionalmente aceptados y las normas para lograr la igualdad de género (Bunch, 1991). La CEDAW define esta igualdad sosteniendo que mujeres y hombres somos igualmente diferentes y considera discriminación a todo trato cuyo resultado sea la desigualdad. De esto se deduce que si una mujer tiene un trato idéntico al hombre y eso la coloca en una posición inferior, ese trato en sí es discriminatorio aunque su objetivo hay sido la igualdad (Alda Facio, 1995).

En junio de 1993 se realizó en Viena la segunda Conferencia Mundial Sobre los Derechos Humanos. En la declaración y en el programa de acción se establece que los derechos humanos de las mujeres y de las niñas son inalienables, integrales e indivisibles. Su participación en la vida política, civil, económica, social y cultural, así como la erradicación de toda discriminación basada en el sexo son objetivos prioritarios de este instrumento. También se postula que la violencia de género y todas las formas de acoso sexual y explotación, incluyendo aquellas que resultan de prejuicios culturales y del tráfico internacional, son incompatibles con la dignidad de la persona humana y, por lo tanto, deben ser eliminadas.

Para fortalecer la integración de la dimensión de género en el sistema de los derechos humanos de la ONU, en la década de los 90 se ha nombrado una relatora especial en el tema de violencia contra la mujer y se ha emitido la declaración de la eliminación de la violencia contra la mujer, que compromete a los estados a establecer políticas y acciones concretas para su erradicación en el ámbito privado.

Son grandes los esfuerzos realizados para conseguir que la comunidad internacional entienda y acepte que mientras no se respeten los derechos de las mujeres no hay derechos humanos. Muchos también son los logros alcanzados. Durante los últimos treinta años, el estatus legal de las mujeres ha mejorado significativamente a tal punto que se podría sostener que en el mundo occidental contemporáneo se han derribado casi todas las barreras legales que les impedía n participar en todos los espacios sociales.

Sin embargo, en la práctica, la diferencia efectiva está lejos de ser alcanzada. Una mirada al número de mujeres que participan en la vida política, económica y social deja en claro que en casi todos los países, ellas no gozan de los mismos derechos que los hombres, que están marginadas de la vida pública, que ganan menos por igual trabajo y que los índices de desempleo y pobreza son más altos entre las mujeres que entre los hombres. Esta inequidad de género es incompatible con los valores en los cuales se asienta una sociedad democrática, puesto que no se está ofreciendo iguales oportunidades a todos sus miembros.

El enfoque de los derechos humanos permite promover la justicia social para hombres y mujeres, siempre y cuando la igualdad entre géneros sea una parte integral de tales derechos. Mientras esta igualdad no sea reconocida, mientras prevalezca la discriminación de las mujeres, no se podrá alcanzar las libertades básicas, la justicia social y democracia en el siglo 21. La dignidad e integridad de todas las personas -hombres y mujeres- debe ser respetada, puesto que es un derecho humano y una condición sine qua non de la democracia.

En la declaración del Consejo europeo se apunta que una democracia donde las mujeres estén subrepresentadas en la toma de decisiones en los ámbitos político, económico y social, no es una verdadera democracia. Si las mujeres y los hombres no gozan de las mismas oportunidades, si no comparten los mismos derechos y las mismas responsabilidades, continuaremos practicando un democracia incompleta.

@STIT = Los Medios de Comunicación: Una fuente de preocupación

Como señalé al inicio de mi intervención, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres es el tema principal del movimiento feminista en los años noventa. Acompañando estas demandas, las Naciones Unidas han organizado varias conferencias internacionales de las cuales han surgido plataformas para la acción, que han sido firmadas por los gobiernos de los países, con lo cual se han comprometido al cumplimiento de esas disposiciones. Los medios de comunicación han jugado un rol crucial en la difusión de esas conferencias, en las que han participado "en vivo" personas de todas partes del mundo.

En el mundo contemporáneo, la comunicación tiene muchísimo poder. Bien puede impulsar los cambios de valores o bien puede frenarlos. Los medios de comunicación pueden recrear o reproducir las sociedades en que vivimos, pueden visibilizar u ocultar los intereses de las mujeres y su lucha por la igualdad. Por ello es necesario que quienes dirigen estos medios y quienes buscan y elaboran las informaciones, abandonen la aparente neutralidad en que se mueven y asuman un papel que les incumbe en el proceso de cambios institucionales en marcha, esto es promover la igualdad social, porque sin ésta no hay democracia ni paz. Si comunicadores y comunicadoras no interiorizan los nuevos conceptos si no se apropian de los nuevos paradigmas es muy difícil que se transformen los contenidos de los mensajes mediáticos. Y esto calza bien en el tema que estamos tratando, puesto que alude directamente a los mensajes que se emiten sobre las mujeres, para las mujeres o aquellos que provienen de las mujeres.

Ahora, a finales del siglo XX, la comunicación global tiene una gran influencia en la vida de las personas. Nosotras, las mujeres, si bien celebramos, igual que los hombres, la revolución contemporánea de los medios de comunicación, también la observamos con preocupación, puesto que nuestro acceso a las decisiones que allí se toman continúa siendo muy restringido, a la vez que las imágenes que se divulgan sobre las mujeres siguen siendo discriminatorias y estereotipadas.

En la reunión de Antípolo, efectuada en 1997 en Filipinas, se apuntó que esta situación se mantiene porque dentro de los medios, las profesionales siguen jugando un rol subordinado y porque no se han removido aquellas políticas que refuerzan la desigualdad de género. Es cierto que en estos años ha aumentado el número de mujeres que trabajan como comunicadoras, sin embargo, pocas ocupan puestos directivos o forman parte de las instancias donde se diseñan las políticas de información y difusión.

Por ello diariamente estamos sometidas a representaciones de las mujeres que refuerzan estereotipos y valores culturales que dañan nuestra imagen. Adelia Borges, periodista brasileña, sostiene que los medios de comunicación social representan a las mujeres como cabeza sin cuerpo, o como cuerpos sin cabeza, o como sexo sin el resto. Y añade , "el espejo está partido en mil prismas que no encajan, ni siquiera juntando todos los pedacitos se puede reconstruir el todo, puesto que faltan piezas importantes. Falta el eslabón que une el ejercicio de la maternidad (algo reservado al mundo de las mujeres "santas") con el ejercicio de la sexualidad (reservado al otro mundo, al de las prostitutas). Falta el eslabón que une la responsabilidad de mantener el hogar limpio y ordenado, de preparar las comidas, de lavar y planchar la ropa, con el trabajo remunerado realizado fuera de las cuatro paredes de la casa. Y faltan mil otros eslabones..... continuar representando a las mujeres en sus papeles tradicionales es una manera de perpetuar la inequidad de género.

Además, como se establece en la plataforma para la acción de Beijing, los productos violentos, degradantes o pornográficos que se difunden a través de los medios de comunicación social, también perjudican a las mujeres y restringen su participación social. Actualmente, pocos medios de comunicación ofrecen una imagen real d los diversos estilos de vida de las mujeres y de su contribución al desarrollo, a la democracia y a la paz mundial.

En la plataforma para la acción de Beijing se dedica un capítulo al tema de las mujeres y de los medios de comunicación, en el cual se establecen estrategias y medidas que deben ser adoptadas por los actores que participan en la definición de las políticas que rigen a los medios de comunicación tanto masivos como alternativos. La intención es que en éstos se proyecte una imagen equilibrada y no estereotipada de la mujer, que se incremente el acceso y participación de las comunicadoras que se adopten sus ideas en la toma de decisiones.

Y en este punto, tratándose de mujeres y comunicación, no se puede pasar por alto el hecho de que también las organizaciones de mujeres, las de derechos humanos y todas aquellas que incorporan el enfoque de género en sus acciones y en sus análisis, necesitan reflexionar sobre dos aspectos que, a mi entender, son básicos. En primer lugar, su concepción sobre el papel que juega la comunicación en su trabajo. En segundo lugar, la relación que establecen o que es necesario establecer con los medios, para que las propuestas de sus instituciones se conviertan en fuentes de información idóneas, cada vez más requeridas por los medios. Como las posiciones de estas instituciones persiguen la igualdad y la equidad de género, sin duda sus aportes contribuirán a que los medios masivos de comunicación dejen de ser una fuente de preocupación para nosotras.

Los medios de comunicación, cualquiera que sea su modalidad, virtual, impresa, visual, auditiva, tienen el gran desafío de promover la justicia social entendida también como justicia de género y fundada en la convicción de que mujeres y hombres somos igualmente diferentes.